Turquía 2004.3º día de viaje
–Pero… ¿Qué hacéis descalzos en la nieve?
Esa es la pregunta que se hacían muchos al ver nuestras fotos en Pamukkale. Nuestros pies desnudos sobre una capa blanca y brillante sugerían que estábamos en algún lugar nevado. Nada más alejado de la realidad. Lo que pisábamos era cálido y suave… ¿Quién iba a pensar que estábamos andando sobre una capa de travertino en polvo?
Pamukkale, cuyo nombre significa “CASTILLO DE ALGODÓN” en turco, es un valle de Denizli (sudoeste de Turquía) conocido por su paisaje de piscinas escalonadas en forma de media luna. Las afloraciones termales de esta zona han ido depositando sobre la ladera sedimentos de bicarbonato y calcio. Con el tiempo estos sedimentos han creado la capa de mármol blanco que confundía a nuestros amigos.
Llegamos al valle antes de la caída del sol con tiempo suficiente para pasear descalzos por las piscinas naturales formadas en la ladera. Las plataformas son como balcones sobre un acantilado que impone bastante respeto. Algunas zonas están secas, en otras un agua lechosa y cálida llega a la altura de la rodilla. Hay bastante gente paseando y haciendo fotografías. Nos llama la atención la mezcla de jóvenes rusas posando en bikini con mujeres de avanzada edad que visten largas faldas y cubren sus cabezas.
Desde 1988 esta zona está declarada como PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD y se han tomado medidas para proteger el entorno. Ese es el motivo de que gran parte de las piscinas no sean accesibles por los turistas.
La puesta de sol fue espectacular, con la luz tiñendo de rosa la blanca ladera y reflejándose en las aguas. Había merecido la pena hacer un circuito más largo para disfrutar de esta maravilla de la naturaleza.
Puesta de sol en Pamukkale.La fotografía no hace justicia a la magia del momento.
Pero Pamukkale no es sólo paisaje. En su cima se alzaba la antigua ciudad de HIERAPOLIS, fundada por el Rey de Pergamo en el S.II a.c. En los S.II y III de nuestra era sus cualidades termales la convirtieron en una de las ciudades balneario preferidas por las clases adineradas romanas. De esta época se conservan el templo de Apolo, el teatro romano, los baños, las puertas de la ciudad y la necrópolis.
Lo que más nos llamó la atención fue el teatro, bastante bien conservado y la necrópolis, cuyas tumbas semejan pequeñas viviendas dispersas en la ladera.
Pero no todo fue felicidad en la antigua Hierápolis. Sometida al azote de los terremotos tuvo que ser reconstruida en varias ocasiones. En 1354 un seísmo destruyó totalmente la ciudad y sus habitantes la abandonaron. El precio de vivir en este enclave privilegiado era demasiado alto. A menudo lo más hermoso y terrible de la naturaleza van de la mano.
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texto y fotografías © O ViaxaDoiro,2011