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Nada más salir del aeropuerto y tomar el bus que nos llevaría a la ciudad encendimos el mp3 y dejamos que Sinatra introdujera nuestro destino: New York, New York…
Hacía años que deseábamos visitar la gran manzana, pero fue una oferta de última hora la que hizo que por fin nos animáramos. Era el verano del 2008, con el dólar alcanzando mínimos históricos (1.50$ por 1.00€ ) y Barack Obama postulándose como futuro presidente de los Estados Unidos.
Propaganda electoral de Obama en una fachada de Nueva York
La primera impresión al llegar a la ciudad de los rascacielos es imposible de olvidar. Desde el aeropuerto de JFK nos dirigimos en autobús hacia Manhattan. Nos emocionamos al ver la isla a lo lejos con su característica silueta y poco a poco nos vimos inmersos en un paisaje de enormes edificios donde el cielo iba quedando cada vez más lejos…
Llegamos al hotel Park Central a última hora de la tarde. El hotel está situado en la 7º Avenida a pocos metros de TIMES SQUARE y CENTRAL PARK y la habitación era amplia y confortable. Daba a un patio miserable, pero por el precio que nos había salido nos quedamos más que satisfechos.
A la media hora de llegar ya estábamos pateando las calles y avenidas del MIDTOWN. Un poco desorientados en nuestras primeras horas en la ciudad cruzamos el Rockefeller Center, paseamos por la Quinta Avenida y nos encontramos sin buscarlo con el Seagram, obra maestra y edificio omnipresente en los temarios de las escuelas de arquitectura. La primera impresión de la ciudad fue que era más fácil de recorrer a pie de lo previsto y que las distancias no eran tan grandes…no tardamos en cambiar de idea y asumir que Manhattan es una ciudad con un ritmo trepidante y que es mejor moverse con las pilas puestas.
Calles de Nueva York
El primer ejemplo fue a la hora de la cena. Teníamos localizado un restaurante asiático que recomendaba la Lonely Planet. Cuando llegamos a las 8 de la tarde estaba cerrando. Nueva York nunca duerme pero sus habitantes si, así que muchos locales cierran temprano.
Cenamos en un anodino restaurante de comida rápida donde empezamos a descubrir uno de los inconvenientes de esta gran ciudad: el aire acondicionado puede ser insoportable. Mientras en bares y restaurantes la temperatura puede ser de 15 grados en la calle esos mismos refrigeradores la elevan hasta los 30.Los chorros de aire caliente te atacan en la cara, o peor, salen del sistema de refrigeración del metro como en la típica escena en la que le levantan el vestido a Marylin.
Para más incordio, el sistema de recogidas de basura nos pareció rudimentario: no usan contenedores, sino que sacan bolsas de basura que a primera hora de la noche se acumulan en montañas hediondas en las aceras. Con la densidad de población que tiene Manhattan es fácil deducir que el problema de la eliminación de residuos es importante, pero no es algo que suela salir reflejado en series ni películas por lo que nos pilló por sorpresa.
En ese momento, temerosos por pillar una pulmonía y decepcionados por la suciedad de la calles fue como si la ciudad nos pegara una bofetada y nos dijera: «despierta! No estás en casa! » y le hicimos caso…
Había llegado la hora de descubrir de verdad donde estábamos y de recordar porqué habíamos cruzado un océano para llegar hasta aquí. No se nos ocurrió mejor manera de hacerlo que ver la ciudad desde las alturas.
Plano en mano localizamos de nuevo el Rockefeller Center. Su torre más alta conocida como The Top of The Rock (La cima de la roca) abre hasta la 1:00 de la mañana y es uno de los mejores miradores para ver la ciudad desde arriba. Tiene dos ventajas respecto al Empire State , se puede subir de noche y se ve el …Empire State!
Trepidante ascenso al Top of the Rock con imágenes proyectándose en el techo del ascensor
La subida al mirador es un espectáculo en sí misma, un ascensor que sube 70 plantas a una velocidad increíble mientras proyectan la historia del edificio en el techo de cristal, un photocall que reproduce la famosa fotografía de unos obreros descansando para comer en una viga durante las obras …pero todo eso se queda en nada comparado con la emoción que produce llegar al mirador: la adrenalina se dispara, la emoción invade todo tu cuerpo, las vistas son impresionantes…ahí estaba: Nueva York a nuestros pies y el Empire State mirándonos frente a frente. Ahora sí, Frankie, sigue cantando…New York, New York
Empire State visto desde la azotea del Reckefeller Center, conocida como Top of the Rock
texto y fotografías ©oviaxadoiro 2011
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