La Semana Santa pasada realizamos un viaje por las regiones de la Borgoña y Champagne .Aunque no lo planeamos así, la tentación fue más fuerte que nosotros y prácticamente dedicamos los 4 días que estuvimos en esta zona de Francia a comer y beber.
Los días pasaron «Entre Copas» pero también entre quesos, Confits de pato, Filet Mignons, Foies, Tartiflettes y Crepes de Nutella.
En medio de esta dura experiencia recordaré siempre una cata muy especial: En el Marché Aux Vins de Beaune, en el corazón de la Borgoña, degustamos el vino como se hacía hace cientos de años.
Llegamos a Beaune en sábado. Era día de mercado y decenas de productores de toda la comarca habían bajado a la villa con sus mejores productos: quesos variados , tarrinas de foie, caracoles, macarons , mostaza, miel y hortalizas nos tentaban a cada paso.

Variedad de quesos en el mercado de sábado de Beaune. El Franche comté, Reblochón y el Morbier son algunos de los más conocidos
Haciendo esquina tras el mercado cubierto encontramos el Marché Aux Vins o mercado de los vinos.
Pagamos 10 euros por una degustación de vinos de Borgoña y nos dieron un Tastevin de regalo que nos hizo muchísima ilusión.
Íbamos a catar los borgoñas a la manera tradicional, como se hacía antes de que se inventara la luz eléctrica: a la luz de las velas y con tastevines.

Momento inolvidable de nuestro viaje a la Borgoña: Brindis con vino de Borgoña a la luz de las velas.
El brillo metálico y los resaltes del tastevin , reflejan la luz de las velas y permiten apreciar el color del vino aún cuando haya muy poca luz, como era habitual en las bodegas de antaño.
Equipados con nuestros Tastevin bajamos a los subterráneos del edificio y fuimos recorriendo la bodega a través de oscuros corredores que daban acceso a pequeñas cámaras repletas de vino y telarañas.
Al poco de entrar encontramos el primer punto de cata: Un tonel de madera iluminando por una vela nos espera con una botella para nuestro libre disfrute.
Brindamos, catamos y volvimos a brindar y catar. Un poco más adelante nos esperaba un segundo tonel con su botella y luego un tercero, un cuarto… .Así durante 8 toneles.
Al quinto tonel ya nos daba la risa todo. La situación era bastante «peculiar» : 6 amiguetes abrigados hasta las orejas con mini tazas metálicas en la mano buscando toneles a la luz de las velas por unos pasadizos subterráneos.
Fue la cata más divertida que recuerdo haber hecho: íbamos a nuestro aire y se nos quitó el mal rollo que traíamos con los vinos de Borgoña, que para que os voy a engañar: son caros hasta los malos.
Probamos varios tintos, algún blanco y hasta un Premier Cru y todos fuimos teniendo claros nuestros favoritos.
Ligeramente afectados por el alcohol emergimos de las bodegas para salir a una espectacular sala perteneciente a una antigua iglesia franciscana del S.XV difícil de imaginar cuando llegamos al edificio.
Allí había más vino para probar y lo que nos faltaba para acabar elevar el espíritu: aguardiente.
Creo que nos gustó también y que compramos botellas de vino, mostazas variadas…creo…
texto y fotografías ©viaxadoiro.2014