Antiguo mapa de Estambul que presidía el hall de nuestro hotel
Turquía 2004.4º día de viaje
En los viajes hay veces que lo que uno se ha imaginado antes de partir no se corresponde en absoluto con la realidad posterior. En la mayoría de los casos la experiencia real supera a la imaginada y uno pronto olvida las fantasías previas. En otros la idealización es tan potente que permanece durante años en la memoria como si la mente se resistiera a olvidar esa ilusión frustrada.Eso es lo que me sucede con el recuerdo de nuestra llegada a Estambul.
Cuando supimos que cruzaríamos el Mar de Mármara en ferry para llegar a la antigua Bizancio al atardecer fantaseé con una llegada idílica al puerto de Gálata: el ferry se acercaría lentamente y poco a poco irían apareciendo las cúpulas y minaretes del cuerno de oro silueteadas sobre un fondo cobrizo mientras se oía la llamada a la oración. Eso sólo sucedió en mi imaginación.
En la realidad el ferry nos dejó a varios Kilómetros al Este de Estambul, demasiados para intuir siquiera desde el mar la presencia de la ciudad. Después la autovía, un puente que recordaba al de Rande y el tráfico que corresponde a una ciudad de casi 10 millones de habitantes hasta llegar poco a poco y mientras anochecía al ansiado Cuerno de Oro.
Dejamos las maletas en el hotel, situado muy cerca del Gran Bazar y nos lanzamos ya de noche a explorar la ciudad. Era Agosto y las calles estaban muy animadas. Las terrazas de los restaurantes estaban a rebosar y en ninguna faltaba un regimiento de comisionistas que invitaban a sentarse a cenar algo. Pero nuestros planes para esa noche pasaban por una cena bastante más sencilla.
Decidimos caminar hasta el PUERTO DE EMINONU, donde estaban anclados los barcos de los pescadores tras un día de faena en el estrecho. Buscábamos los puestos de arenques a la brasa que recomendaba nuestra inseparable Lonely Planet y fue un gran acierto. En el puerto apenas iluminado y saboreando un humilde bocadillo de arenque sentí por primera vez que había llegado a Estambul, a Constantinopla, a Bizancio…
Allí estaban, tal y como las había imaginado la torre de Gálata, Santa Sofía, la Mezquita Azul del Sultán Ahmet, el palacio de Topkapi…y otras muchas construcciones que no supe distinguir iluminadas en la noche igual que en las postales. A un lado, el mar, al otro miles de años de historia apiñados en un regalo de la naturaleza llamado el Cuerno del Oro.
Cuenta la leyenda que fue el Oráculo de Delfos el que eligió la ubicación de la ciudad en el S.VII a.c. “Formad una ciudad frente a los ciegos”, fue su enigmático consejo. Cuando los griegos llegaron y vieron la antigua ciudad de Calcedonia en la orilla enfrentada, de aguas agitadas en vez de mansas como allí, pensaron que sus habitantes debían estar ciegos para no ver las ventajas que el puerto natural ofrecía ante sus ojos y siguiendo el consejo del Oráculo plantaron sus tiendas y crearon la ciudad de Bizancio.
Cuando uno llega una ciudad en la que ha deseado tanto estar es difícil optar por retirarse a dormir así que bien entrada la noche cruzamos el puente de Gálata y recorrimos Istiklal Cadesi, la calle principal de Beyoglu, donde la vida nocturna se prolonga. Es una bulliciosa calle peatonal flanqueada por embajadas, consulados, palacetes y muchas tiendas. Es también la zona de los restaurantes de comida rápida de cadenas internacionales y cines por lo que vimos a muchos jóvenes paseando por allí. Tratando de evitar el ambiente “internacional” nos metimos por un callejón y dimos con un sencillo mercado de comida para llevar repleto de pequeños puestos que vendían brochetas, pescados secos, dulces…No venía en las guías por lo que nunca hemos sabido su nombre pero guardo un buen recuerdo de él. Me pareció un lugar muy auténtico y que nos desvió de nuestro objetivo inicial de llegar a la plaza de Taksim. Después seguimos la pista de unos jóvenes locales y acabamos la noche en una agradable terraza tomando una Efes. Así fue como nos desorientamos totalmente y acabamos perdiendonos en nuestra primera noche en Estambul.
Tratamos de volver al hotel andando pero buscando atajos.No fue una buena idea. Pasado un rato no quedaba un alma por las calles y empezaron a apagar el alumbrado nocturno. Después de caminar casi 1 hora, me temo que en círculos, tuvimos que rendirnos y buscar un taxi que nos llevara al hotel. Debía de ser casi la 1.00 y al día siguiente había que levantarse a las 6:00 para no perdernos el Harem de Topkapi.
Circuito por Turquía: el Harem de Topkapi
texto y fotografías © O ViaxaDoiro,2011
Miércoles, 29 de junio de 2011 | 0:50
Jueves, 30 de junio de 2011 | 12:22